En 2017, la señora Hernández tuvo que enfrentarse a los hijos de su difunto marido por la herencia que este le dejó: el estado y las viñas que lo rodean.
Los hijos, que querían vender el terreno a una constructora con planes de edificar una urbanización, llevaron a la señora Hernández a juicio, llegando incluso a acusarla de haber asesinado a su marido por la heredad.
La señora Hernández terminó por ganar el juicio, y le dio el uso que su marido habría querido a las tierras, volviendo al cuidado de las viñas.
Para hacer honor a los orígenes de su bodega, decidió que sus primeras botellas llevarían la marca de su victoria, la sentencia judicial que la nombraba heredera.